En este día triste
ingente en su base...
...déjame que te llore...
toda mi rabia,
vuelque y desahogue
en grande
mi enorme angustia,
que si tú no lo entiendes…
…lo aprecie nadie.
Si todo termina hoy…
…que no regrese,
no quiero caminos fríos
tristes
ni hirientes.
¡Márchate de mi vida!
Como viniste.
Estrofa que despierta en tus pupilas
semejante al candor de la mañana
esculpiendo esa imagen nacarada
tallando su reflejo en poesía.
Triste como el agua de lluvia
golpeando los cristales humeantes
cual lienzos transparentes
que ausentes resbalan todavía.
Novia de silencios inciertos
presumen de ser dueños
de aquellos momentos duros
nunca olvidados,
nunca dejados
ni muertos.
Más en el firmamento,
escribes aún sueños,
renegando
de la carga que sostienes,
traiciones,
mentiras,
puñaladas que hieren,
manos que tienden
mil desengaños.
Y sobre cristal tallado
esculpes
un verso olvidado,
con sangre y letra
grabado,
dejando el poema
desamparado
vil mente sentenciado
y entre garras
condenado.
Ciegos ante las miradas
que delatan versos rotos,
posó los gritos y llantos
más no fueron oídos,
quizás no fueron escuchados.
Dejó el dolor al aire,
chillando a su adentro grande,
mudos los labios,
halló un vacío muerto
¿dónde escondéis el vuestro?
ese apoyo nulo y sordo
cuando ahogada desfallece
y se hace hueco
sobre un miedo
lento y seco.
Ciegos de sus desgarros,
no visteis pasar los años,
ni apreciasteis la enorme pena
que en su alma herida nada.
Y nadie la vio llegar,
pero más triste es pensar
que nadie la oyó marchar.
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