Triste, ausente, llena de miedos y llantos, así es la poesía negra, desgarradora de momentos que todos pasamos, malos, odiados, socavones en la vida de cada uno, donde caemos en un abismo largo y profundo donde no vemos fondo, aunque al final salgamos y quede ese sabor amargo, ácido que el tiempo sólo puede disfrazar pero nunca borrar.
Aunque un día descubres que la vida se merece una segunda oportunidad y renaces como el ave fénix, de entre las cenizas y comienzas un camino hacia el olvido...
TRISTEZA
La oí llegar, al caer la tarde,
con sus pasos susurrantes,
deslizando la mirada,
en su mundo inerte.
Me miró, ¡siempre lo hacía!
y luego miró el horizonte.
tenía por compañero
su pequeño cuadernillo,
vagabundo de suspiros,
ya envejecido.
Dejó caer su agonía junto a mí,
¡sentí un escalofrío!
¿por qué me miraba así?
Cada tarde la esperaba,
Para compartir silencios,
Era dulce su presencia,
misteriosa,
pero invisible y vacía.
Cayeron las horas
Y con ella
Nos envolvió la noche,
¡siempre lo hacía!
Me voy, sentí que decía,
Y desapareció en la niebla.
Mañana al caer la tarde,
¡volverá!
ausente de vida,
pérdida en su bruma,
¡volverá!
y quizás entre recuerdos y penas
la pregunte:
Tristeza, ¿cuándo me dejarás?
EL ESPEJO
Abrí la puerta
Y de frente la vi.
Quieta, callada, inmóvil,
como una estatua de cristal,
derritiéndose entre lágrimas.
Coge mi mano y se fuerte,
que no vean que te detienes.
Lucha pequeña ante ellos,
no pueden más destrozarte.
Fijó su mirada en la mía
y me dio miedo mirarla,
leí en sus ojos cansancio,
y en su llanto gran rencor.
¡Háblame! No enmudezcas,
grita que siente tú alma,
lanza tú odio a la vida
grita la ira que llevas.
Abrí la puerta y comprendí,
que mi reflejo estaba allí,
llorando en aquel rincón,
sola, sin protección.
Era yo, frente a ese espejo,
yo ante mis temores.
Cerré la puerta de golpe
me quedé quieta y callada
y no volví…
No volví nunca a mirarme.
NO PERDONO
Te miro y me das miedo,
Siento pasos acercarse y aún estás lejos,
desearía no estar aquí,
que la tierra se me abriera
y mi vida se desvaneciera.
Ausente contemplo tu rostro.
Hoy vi tu llanto,
y viste el mío.
Quería ser fuerte
y la impotencia ganó,
mis armas son vanas
ante tanto dolor.
Nunca podré perdonar
la herida que nos han hecho.
El odio ha enraizado.
Todo es abstracto,
absurdo y falso.
Si el silencio se oye,
he chillado entre las sombras.
No perdono, no,
y viviré junto a ello,
disfrazando mi sonrisa,
ocultando mi dolor.
Taparé mis cicatrices
siempre abiertas.
Fingiré que ya pasó
y mis llagas cubriré.
Ahora nos queda seguir.
Tú has cambiado,
la injusticia te ha hecho mella,
y aún te asfixias en preguntas,
que no puedo responder
A mí me queda la ira.
Reconstruir lo dañado,
construir otro camino,
sobrevivir,
levantar lo que se hundió.
Pero nunca olvidar.
Ni en mil vidas perdonar. Printova